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Pueblos originarios y la muerte

Pueblos originarios y la muerte

Publicado el 01/11/2024
Pueblos originarios y la muerte
El sentido tradicional del 1 de noviembre de cada año, es la conmemoración de las y los difuntos. Para honrarles y recordarles, familiares y deudos de estos y estas se congregan en cementerios y lugares significativos, para evocarles y de alguna forma manifestar que esas almas siguen estando presentes en la vida cotidiana de sus descendientes.

Es así como esta fecha, cuyo origen está vinculado a una efeméride del calendario cristiano consagrada hace más de mil años;  el Día de Todos los Santos, es hoy un acontecimiento de carácter socioculturalmente transversal. En esta concurren también las distintas re significaciones que los pueblos originarios le otorgan dentro de sus propios sistemas socioculturales a la fundamental relación con sus muertos.

Prácticamente en todas las culturas originarias presentes hoy en Chile, la muerte es un fenómeno esencial; un hito que define la transición entre dos estados; la vida y la muerte que forman parte a su vez de una sola continuidad vital. Una vez acaecida la muerte, en rituales mortuorios en los que en general se asume como un recorrido hacia otros espacios que emprenden las y los fallecidos, acompañados de sus ajuares compuestos por sus ropas y utensilios de uso cotidiano, las almas de las y los difuntos recientes inician un largo viaje, en el que van transmutando de estado, entre personas, animales, peces (como sucede en al caso de las culturas australes) u otros elementos naturales y desde allí establecen relación con los vivos.

Según cada cultura, la presencia de los fallecidos recientes se manifiesta, por ejemplo, en el desarrollo de los mismos trabajos que estos hacían en vida, aunque no con la misma eficiencia, como sucede en la cultura Aymara. También es común entre distintas culturas que estas almas que han partido recientemente participen activamente en festejos que incluyen comidas, bebidas y bailes, entre estas y mutuamente con los vivos.  

Asimismo, el camino de la muerte implica para las distintas culturas, rituales que a medida que transcurre la fecha del fallecimiento de determinada persona, avanza en distintas fases que transcurren en tiempos que van hasta unos años después de ocurrida. Este tiempo, a su vez,  constituye una especie de correlato de su relación con los vivos, incluso a través de rituales intermedios después de la sepultación, los que mantiene activa la relación entre vivos y muertos, como sucede en el caso Lickan Antai o Atacameño y Rapa Nui.

Este recorrido en el camino de la muerte, tiene varias estaciones que tienen directa relación con ambos espacios (la vida y la muerte). De esta forma, un difunto reciente sigue presente e interrelacionando con las y los vivos de manera diferente a medida que su estado transmuta y va cambiando; desde un alma reciente hasta un espíritu trascendente; desde am a pülli como sucede en el caso mapuche.

Como vemos, para la mayoría de los pueblos originarios presentes en Chile, la muerte es un acontecimiento que no significa el fin de la existencia de las personas y de su relación social con sus familias y comunidades. Mucho más allá, en esta fecha se reactualizan los vínculos, los afectos y el “estar” que alimentan la cadena de expresiones culturales que mantienen vigentes hoy a las culturas originarias en Chile.

Como Subdirección Nacional de Pueblos Originarios, nos sumamos a estas conmemoraciones con sentido y razón.

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